viernes, 3 de abril de 2009

I

La fuente de una nueva mañana es el camino que escoge mi esperanza cuando clarea un alba nueva que designa un horizonte perfilado por aquellas aquiescencias que fabrican volutas de humo allá donde no hay más camino que castillos en el vacío. ¿Qué significará este devenir de palabras realizadas con un perfil sin usos? Nada más que el saber que si uno piensa en la efemeride de una paloma, es muy posible que las mariposas, celosas, se reunan en la corola calva de una flor y quieran ser sus pétalos.

II

Casi siempre me pregunté, cuando el camino era retorcido y falto de piedad, si me conduciría a alguna parte loable, noble, o útil. Le pregunte a diversas criaturas, con cierta preferencia jamás obviada, por aquellas de alas plumiferas y de ligereza capaz de asaltar el reino del aire insustancial. Ellas, cuando fueran palomas, grajos, avestruces o encandiladores ruiseñores, parecían en su lenguaje ininteligible querer burlarse de cada uno de mis titubeos. Furioso, les maldije, aunque aquel anciano sentado sobre una roca de noviembre, vestido con grises harapos y levitando sobre su rostro una sonrisa entre apocaliptica e irisoria, me llegó a decir con voz de cuervo que no había camino a mis pies si no había cielo sobre mi cabeza.